Un flamante
armario ropero Molten se me aparece en las narices como por encanto. Resulta
curioso el misterio por el que un humilde comprador de repente se enamora de un
objeto y más si cabe en este entramado popular donde miles de muebles,
lámparas, platos, cuadros, jarrones y demás enseres para el hogar colapsan
nuestros sentidos. Estoy algo ofuscado pero decido de inmediato que el armario
Molten es hermoso, además de muy asequible. Tras una suerte de caminatas
siguiendo las flechas amarillas del suelo, búsqueda de cajas con códigos
enrevesados, colas para preguntar y pagar finalmente me planto en la puerta de
salida de los grandes almacenes Nidea.
Me siento
agotado por el ajetreo y por un momento recuerdo aquél grupo de Facebook
llamado "es más difícil salir del Nidea que de las drogas". Sonrío
interiormente y empiezo a inquietarme por cómo me lo voy a montar para llevar
los dos grandes bultos a casa. Mi presupuesto ajustado me impide pagar por el
transporte y no dispongo de coche. Por suerte pensé en todo y me traje una
pequeña carretilla plegable con previsión de las dificultades.
Entre las
miradas y algunas risas de los transeúntes consigo encajar y atar los dos
grandes bultos en la pequeña carretilla. Soy consciente que doy una imagen algo
penosa y me siento ridículo cuando
intento entrar en el ascensor del metro.
Tras un par
de intentos y ayudas bondadosas de otros viajeros consigo acceder al convoy
suburbano bajo la atenta mirada del resto de pasajeros que me observan con
expresión de incredulidad algunos y con cierta mofa contenida los más.
Lo tengo
todo previsto. No voy a hacer ningún transbordo aunque soy consciente que
deberé andar cargado un buen rato para llegar a casa.
Una hora más
tarde consigo subir los bultos sufriendo los 4 pisos hasta mi apartamento. La
decepción que sentí al comprobar que los dos paquetes no cabían en el ascensor
fue descomunal.
Cierro la
puerta de mi casa y no tengo fuerzas de llegar al sofá. Tirado en el pasillo en
un charco de sudor me pregunto si no podía haber conseguido los treinta euros del transporte por algún
lado. Mirando al techo me pregunto de dónde voy a sacar ahora las fuerzas y la
concentración para desembalar todo y proceder al montaje.
Pese a todo
y tras descansar diez minutos recordando el martirio sufrido me vengo arriba y
abro las cajas examinando atentamente las piezas y atendiendo a las
instrucciones primero en sueco y más tarde en español. Me pongo a ello. Son las
4 de la tarde y decido no comer hasta que mi flamante Molten esté erguido y
orgulloso en mi habitación recién pintada de azul.
A las once
de la noche mis fuerzas flaquean. Mis músculos desentonados recuerdan la hora y
media aguantando con una mano y el pie derecho una madera inmensa mientras
intentaba atornillar con la otra los malditos estantes de arriba, la barra y
unos hierros extraños que espero servirán para algo más tarde.
A las once y
quince paso a la fase final del montaje. Sólo me queda montar los cajones y
atornillar la puerta derecha. Ahora sí, una leve sensación de emoción creciente
se va apoderando de mí. Unos pocos pasos más y mi Molten estará operativo. Ya
tengo los tres cajones encajados y me dispongo a dar el último paso, el más
fácil: meterlos en las guías. Sin embargo al poco tiempo atino que parece que
no encajan bien. Pruebo de nuevo y un intento tras otro fracasa. Me pongo
nervioso y intento relajarme a través de la respiración. Compruebo las
instrucciones y insisto una vez tras otra inútilmente. No puede ser que el
último paso de mi pequeña odisea doméstica se me resista. Tras media hora
desesperante decido analizar detalladamente las piezas ya montadas. Analizando
las instrucciones doy con el problema. Las guías están atornilladas al revés!
Cabreado conmigo mismo pero a la vez feliz por haber hallado la solución
descubro que para poder deshacer el entuerto y poder por fin instalar los
cajones dentro del armario deberé una tras otra desmontar cada pieza, tuerca,
tornillo, puerta, guía y demás hasta tener que empezar de nuevo. No puede ser.
Me desespero y maldigo. Tiro con rabia el destornillador y le pego una patada
al embalaje. Lloro de rabia. Me retiro a la cocina y me abro una lata de
cerveza. Mi mente divaga en círculos tentado con la idea de disponer de un
flamante Molten pero sin cajoneras internas. Me esfuerzo per desechar esta
idea. Quiero desmontar todo de nuevo e ir al origen del problema. Sin embargo
algo me retiene. Como siempre en mi vida me resulta muy complejo y cansado
volver atrás, al origen de todos mis errores para solventarlos de raíz. Resulta
extraño. A menudo conozco el principio de mis males, la maldita guía ajustada
al revés en algún momento de mi vida pero no soy capaz de desmontarlo todo
para, esta vez sí, montarlo de manera correcta.
Termino mi
cerveza cansado. El sueño me vence. Cuelgo la primera percha dentro del armario
antes de cerrarlo y meterme en la cama. Destierro los cajones sobrantes a la
habitación vacía. Con los ojos entreabiertos observo brevemente mi nuevo
Molten. Qué bonito queda a juego con las paredes recién pintadas.
Solo se necesita constancia,parece un partido de futbol
ResponderEliminarPequeñas odisead domésticas!!
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