Soy Maria.
Nací en Ecuador pero me vine a Barcelona con sólo dos añitos. Aunque mis papás
me rodearon de la familia de Guayaquil en Barcelona y me llevaron
sistemáticamente a la iglesia para intentar rodearme exclusivamente de personal
sudamericano adicto a los discursos exorcizantes del señor Braulio , pastor del
barrio de la Florida en mi amado Hospitalet de Llobregat; aunque mi familia
intentó apartarme de los extraños catalanes con los que conviví en la escuela y
instituto; aunque no probé el pà amb tomàquet hasta los diecisiete no
consiguieron que yo me sintiera ecuatoriana.
Hoy día soy
una mujer barcelonesa moderna, de treinta años, dueña de mi vida y destino.
Vivo en un apartamento con mi amiga Lucía y soy feliz.
He trabajado
en mil lugares aunque mi destino profesional me lo estoy labrando en mi actual
empresa (Hijolagranputix S.A) donde desde hace siete meses soy la trabajadora
número uno. Me siento valorada, apreciada y muy mimada por mi jefe, Xavi, un
cuarentón de muy buen ver que, aunque casado, insiste en llevarme a comer cada
jueves a la marisquería Ridalba, acaso pensando que debo ser algo tonta y no
capto que se me quiere follar desde hace tiempo. Ciertamente Xavi me atrae y sé
que el dia menos pensado me lo llevaré a mi apartamento para mostrarle mi flor
pero el hecho que esté casado me desdibuja un poco el deseo.
Mis padres
esperaban que yo me fijara en algún pardillo de la iglesia pero viendo los
tristes pelagatos que me acechan allí se me pasan las ganas de acercarme:
pintores, obreros de la construcción, ayudantes de almacén… todos ellos muy
educados y vestidos con traje el domingo, por cierto, trajes que les vienen
grandes y no entallados como los de Xavi.
Yo quiero
algo mejor. Soy una mujer bella, con un cuerpo de infarto. Voy al gym tres días
por semana y he conseguido tener un culo espectacular, de aquellos que los
hombres miran de reojo sin poder apartar la mirada aunque vayan con su esposa
de la mano.
Ingresé en
la universidad cuando me tocaba pero los estudios de pedagogía a los que accedí
no me gustaron y al segundo año me olvidé de la formación para trabajar de
azafata en la Fira de Barcelona dónde cobraba un buen salario de día y un
verdadero pastón de noche cuando acompañaba a los clientes a cenar; ojo, sólo a
cenar. Bueno, menos con Toni. Con él hubo algo más. En fin, bastante más. Tanto
que terminé locamente enamorada de ese hombre guapo y elegante que se dejaba
caer por Barcelona un par de días al mes, esos en los que yo me sentía una
reina cenando en los mejores restaurantes y durmiendo en los hoteles más in,
todo ello regado con mucho cava y enharinado adecuadamente. Sin embargo Toni
tenía mujer y hijos en Madrid y nunca hizo el más mínimo ademán de prometerme
nada. A él ya le iba genial con tenerme para follar y salir de fiesta -en este
orden- un fin de semana al mes; supongo
que eso le ahorraba el trabajo de tener que buscarse la vida en su fin de semana
habitual en Barcelona. Por dignidad terminé esa relación cuando me sentí
preparada y por qué no decirlo en los brazos de un nuevo hombre, este más joven
e inexperto aunque absolutamente genial. Con Daniel salía a la montaña, iba a
museos y conciertos de lo más estrambóticos. Él se negó siempre a ir a alguna
de mis discotecas favoritas y no quería saber nada de mis amigos de siempre.
Sus palabras eran: "son una pandilla de garrulos" y respecto a las
discotecas latinas ladraba algo así como "son antros de putiferio, drogas
y música inaguantable". Como deberéis suponer, pasada la emoción inicial,
terminé dejando a Daniel para echarme a los brazos del destino, que no me tuvo
nada reservado en mucho tiempo hasta conocer a Xavi, con el que quiero ir poco
a poco para que no piense que se me puede tirar cuando le venga en gana.
En mi
empresa me dedico al trabajo telefónico. Soy gestora de recobros. Básicamente
me dedico a intentar cobrar deudas que particulares morosos tienen adquiridas
con los bancos. Hijolagranputix S.A compra los datos de clientes de bancos que
tienen en algún momento sus cuentas bancarias en negativo y nosotros los
apremiamos a que solucionen su situación. Es un trabajo delicado que precisa de
mucha psicología y don de la palabra. Como gestora principal he desarrollado mi
propio método para conseguir que el cliente salde su deuda o regularice su
cuenta. Me dedico a investigar su perfil y le llamo desde distintas líneas para
que no identifique nuestra empresa. Puede que piensen que es algo pesado que
les llame unas doce o veinte veces diarias si no me atienden el teléfono pero
forma parte del método que he desarrollado y que me funciona genial. Los llamo
una y otra vez y si no me atienden les dejo un mensaje en el contestador. Con
clientes que no reaccionan a mis llamadas no me queda más remedio que decirles
que el banco dejará de pagar en breve sus domiciliaciones y tal vez se
encuentre con que le cortan la luz o el agua, o que vamos a incluirle en las
listas oficiales de morosos o otras tantas historias -algunas falsas, debo
reconocerlo- que provocan que muchos de ellos recapaciten y solucionen su
problema, hecho que me conlleva comisiones extra que me hacen verdaderamente
feliz. De hecho, pese a dudas iniciales cuando empecé en la empresa, me
convencí rápidamente que trabajo en algo bueno y positivo. Aporto seguridad a
los bancos que sustentan nuestra sociedad y ayudo a que las personas sean más
responsables con sus obligaciones.
La semana
pasada llegó a mi mesa la situación de una persona muy amada por mí; mi tío
Raúl. Anduve unas cuantas horas meditabunda acerca de si debía pasar el
expediente para alguna compañera, si debía avisar a mi tío extraoficialmente o
si directamente debía ponerme manos a la obra y llamarlo sin
identificarme. Consulté mis dudas con
Xavi y él me conminó a pasar el expediente a Doris, la maldita venezolana que
me pisa los talones en mi récord mensual de recobros. Lógicamente no lo acepté
y me marqué el reto de trabajar con mi tío Raúl pese a los lógicos reparos
iniciales. Para convencerme a mi misma me dije -refugiada en el baño y
mirándome a los ojos-: eres María, una chica triunfadora; alguien que se supera
cada día y logra sus objetivos, alguien que desea que el mundo sea mejor, una
persona decidida, buena, que quiere llegar a lo más alto, auténtica, libre y
feliz, capaz de vencer cualquier obstáculo y trampa para llegar a ser la mujer
que el mayor triunfador desearía a su lado.
Finalmente
inicié el proceso con mi tío, sin miedos, con la intensidad y seguridad de
siempre. A decir verdad, puse todavía más empeño con él que con cualquier otro cliente (tiene gracia
que les llamemos clientes) y ciertamente todo parecía ir sobre ruedas hasta que
Raül, supongo que sabedor de mi profesión y atando cabos, me reconoció. Fue un
momento tenso que conseguí resolver pasando de puntillas sobre sus quejas y
lamentos pensando que le estaba convenciendo. Sin embargo, no fue así. Raül
empezó a lanzarme de repente todo tipo de improperios que iban subiendo de tono
con el devenir de la conversación y a los que yo respondía con el silencio. Sin
duda yo informé al inicio de la llamada
a mi tío que la conversación seria grabada así que me dediqué a escuchar con
parsimonia plenamente consciente que yo
tenía la sartén por el mango y aprovechando sus pausas para aplicar el
protocolo establecido en el que le informaba de las consecuencias de faltar a
sus compromisos para con el banco y lo que podía terminar resultando: embargo,
congelación de cuentas, introducción en la lista de morosos, denuncia o en
último término desahucio. Tras los graves insultos mi tío empezó a sollozar
recordando el triste fallecimiento de mi prima tras la larga enfermedad por la
que él ciertamente se había endeudado más de lo debido y en ese instante tuve
un pequeño instante de decaimiento, de difuminar mi profesionalidad para
empatizar con él; pero por fortuna Raül volvió súbitamente a los insultos más
graves y humillantes que los anteriores, hecho que me recompuso en mi afán de
hacer bien mi trabajo. Nuestro protocolo dicta que cuando las groserías llegan
a cierto extremo debemos avisar al cliente que vamos a colgar y que podemos
cursar una denuncia a los mossos d'esquadra. El aviso no amilanó a Raül y tuve
que colgar y enviar la grabación a Xavi para que la denuncia cursara con
normalidad.
Viéndolo
ahora en perspectiva tras una semana reconozco que se trata de mi instante
profesional más duro. Lo pasé realmente mal. Pero también debo reconocer que lo
hice bien, con absoluta exquisitez diría yo, sin agobiarme y aplicando en cada
momento el comentario y el tono de voz adecuado. Xavi me felicitó con
efusividad y me elogió delante de todas mis compañeras augurándome un futuro
profesional sobresaliente. Creí que su alegría se trasladaría a nuestra comida
semanal en la marisquería pero extrañamente me ha dado evasivas dos jueves
consecutivos, algo que no había hecho nunca. ¿Se habrá interesado por otra?
Uff... me he quedado con ganas d más👏👏
ResponderEliminarGracias!! Celebro que te guste!! ...en breve otro pequeño relato!!!
EliminarGran relat David. Comunica molt.
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