domingo, 10 de junio de 2018

Paralelos


Mucho ha llovido ya desde que ella lo dejó. Él nunca ha tomado en serio la cantinela de que "tú me dejaste a mí mucho antes" aunque por momentos comprende que ella tiene algo de razón.

Estos últimos cuatro años han transitado los dos por un recorrido lleno de recodos, a veces soleado y agradable pero más a menudo lleno de espinas, hielo y terribles sombras. Han andado en solitario, paralelos en el mismo camino  pero mirándose poco a los ojos y dándose las manos en las contadas ocasiones en que uno de los dos resbalaba y caía al suelo, momento en que el otro le retiraba amorosamente la gravilla enganchada en el trasero. También se han ayudado a cruzar por lugares extraños, escalando torpemente algunas veces o atravesando riachuelos helados que él se entestaba en cruzar empapándose los zapatos.
A menudo el camino se desdoblaba y andaban solos hasta que se volvían a cruzar.
Han subido cuestas y montañas, atravesado pequeños desiertos y horribles llanuras inacabables. También han reposado en algún hermoso claro de bosque y curado las ampollas en los pies con agua fresca en el rio.
Siguen andando y andando. Las manos en los bolsillos. La vista puesta en el suelo por muchos ratos. Imposible sincronizar sus miradas: cuando uno hecha la vista atrás el otro sigue de frente, cuando uno se ilusiona en el horizonte el otro se entesta en mirarse los pies. Sin embargo han existido pequeños instantes en que ambos han dirigido la vista al norte y entrelazado las manos caminando al mismo ritmo, animándose y hasta riéndose. Pero son instantes que duran poco. Siempre se aparece una piedra que hace que él tropiece o una rama espinosa que se enzarza en el brazo de ella.
Hoy mismo él se pregunta si no serían capaces de poder ver antes las piedras y las zarzas para apartarlas cuidadosamente y seguir andando en paz. Se pregunta también cómo es posible que sigan andando cuatro años sin rumbo definido pero aún juntos, sin tomar uno de los dos otro camino distinto en los centenares de cruces por los que han transitado. No se lo han hablado. No se decían nada al llegar a un cruce; simplemente se miraban de reojo y algunas veces él y la mayoría ella se decidían por una dirección sin mayor criterio a la que el otro se encaminaba también sin pensar.O tal vez pensando.

Y así siguen hoy. Y se preguntan si quieren andar juntos y se responden que sí. Y se preguntan si se sienten acompañados y aún pasando por extrema soledad se responden también que sí. Y se preguntan por qué no se ponen una meta clara y por qué motivo no se impone la alegría y el abrazo en su andar y no tienen respuestas, o sí, tal vez cada uno tiene las suyas, que no consigue compartir con el otro, y se preguntan también si querrían caminar con otra persona y se responden que no.

Sintiéndose algo sísifos quieren ambos volver a disfrutar del camino, como antes, como siempre. Pero aún no saben cómo. Tal vez el universo les ha presentado la prueba brutal que si consiguen atravesar con éxito su recorrido volverán a darse las manos y a sonreír. Tal vez. No lo saben aunque ambos lo desean. Quieren dejar ya este tránsito pesado y agotador pero aún en la tentación del cruce de caminos siguen en paralelo, juntos. Tal vez esperan una señal, algo que los convenza de algo. Pero no saben que las señales no existen en este páramo y que deberán construirlas ellos. ¿A qué esperan? ¿Recodarán aún que la sonrisa de uno alimenta a la del otro? ¿Y que leer sutilmente la felicidad en los ojos del compañero es premiado con una caricia en el alma?

Preguntas del Sr Vidal



Acurrucado en el sofá repara en que ya terminó el film que hacían por televisión. No está seguro de si se quedó dormido un rato o anduvo ensimismado en sus pensamientos ajeno a todo pero el hecho es que no terminó de ver la película y ahora siente un leve desconcierto.
El señor Vidal, como le llaman en el trabajo, se ha pasado el sábado entero tirado en el sofá con la televisión encendida, sin comer, sin beber, sin atender las molestas llamadas de teléfono de su exmujer, sin cambiarse de ropa ni asearse con la idea fija de no hacer nada y de intentar no pensar. Sin embargo su mente hoy ha divagado más de lo debido. Intentando llegar a ideas claras no le han surgido más que tremendas dudas.
Ya desde niño, Julián se preguntó por el sentido de todo, por el objetivo de su vida y el camino que debía recorrer, por la felicidad y la tristeza, por el bien y el mal. Hoy también ha divagado sobre todo ello pero sus conclusiones parecen  más angustiosas que nunca.

Julián Vidal. Sesenta y seis años. Gerente de una pequeña empresa familiar textil que poco a poco se ha ido viniendo a pique. Pensaba jubilarse hace un año pero el gobierno se lo impidió y ahora enfrenta al menos un par de años más de trabajo sin ganas ni ideas.
Julián Vidal. Ex marido de Olga, que le abandonó hace doce años tras veinte de matrimonio llevándose con ella la mitad de sus tristes ahorros, su apartamento recién pagado y la mitad del amor de su hija Cinta.
Julián Vidal. Padre de Cinta a la que no sólo ama sino que adora y que ahora vive expatriada -dice ella- en un lejano país africano trabajando para una multinacional petrolera y a la que ve sólo por navidades y contados días de verano.
Julián Vidal. Hermano de Simon, alcohólico y putero empedernido que ha dilapidado su vida entre las barras de bar de tugurios del Raval y las casas de putas más tristes tras la muerte de su hijo Albert en accidente de tráfico y que aún puede mantenerse gracias a la indemnización millonaria.
Julián Vidal, ex niño prodigio en el liceo dónde las teclas del piano eran extensión de sus dedos.
Julián Vidal, gerente triste de su empresa en la que no supo nunca hacerla progresar adecuadamente por su terrible manía de sentir compasión y querer ser correcto y en la que nunca fue despedido por el amor incondicional de la propiedad por él.
Julián Vidal, antiguo joven rebelde que creía en la gente, la democracia, el amor y la bondad, que viajó por el mundo de mochilero atendiendo cuantas necesidades femeninas de todas las razas y culturas se le acercaron, curioseando y amando cuantas visiones distintas se le ofrecieron, investigando el sentido de la existencia en los distintos caminos que recorrió.
Julián Vidal, ex estudiante de derecho convencido en la lucha de clases, la solidaridad entre las personas, la libertad y la justicia social y que nunca pudo trabajar de abogado en estas lides y hubo de conformarse para mantener a su familia con el trabajo de gerente de algo que no le importaba lo más mínimo pero a lo que dedicó su vida laboral.
Julián Vidal, acuciado por deudas que nunca podrá pagar y que desconoce solución a su situación.

Se levanta del sofá para dirigirse a la cocina y servirse una copa de vino tinto, consuelo a la tristeza y desgana que le embarga. Absorto en sus ideas derrama parte del vino sobre la encimera de la cocina aunque no se detiene a limpiar el estropicio y vuelve a sentarse de nuevo en la sala fijando la mirada en un anuncio de Audi donde un joven triunfador pasea con su auto por diversos parajes alardeando de su juventud, belleza y éxito.

Julián se vuelve a hacer las preguntas de siempre a las que nunca tiene respuestas: por qué la bondad en el hombre es una debilidad?, por qué nuestra sociedad considera el triunfo sólo en relación al éxito económico?, por qué los seres duros, crueles y despiadados tienen muchos más números para vivir felices y ser exitosos que los demás?, por qué los actos bondadosos son considerados como incompetencia, debilidad o atraso?, por qué los humanos no nos determinamos a trabajar duro por la felicidad de nuestros semejantes?, que hace que el mundo obligue a que la felicidad sólo se consiga a través del servilismo?, por qué motivo no somos capaces de rebelarnos y construir una sociedad con recursos para todos en igualdad?, por qué los humanos nos vendemos al mejor postor y priorizamos nuestro bienestar por encima del de nuestros semejantes existiendo recursos de sobras para que toda la humanidad viva más que dignamente?, qué hace que las personas acepten ser esclavos de un sistema que reconocen injusto?, cómo puede ser que no nos demos cuenta que la masa humana es mucho más poderosa que el sistema que beneficia unos pocos?, por qué la sociedad nos obliga a adorar a ídolos de cartón que no aportan nada?, por qué motivo el amor no es el máximo exponente de nuestros esfuerzos?, qué sentido tiene el esfuerzo diario de millones de personas por progresar en un sistema que se orienta a la esclavitud?, por qué las personas vivimos en un túnel económico del que no podemos salir y se convierte en eje de todo cuando el centro del universo debería ser el amor?, por qué la tecnología, las matemáticas, la ciencia y demás avanzan para servir a las sombras y no a la felicidad de los miles de millones de humanos?, por qué el mundo me cataloga a mi como un ser insignificante y al dueño de Amazon como un visionario que hace avanzar la humanidad?, por qué motivo es más importante inventarse un nuevo algoritmo para una web revolucionaria que ofrecerse a ayudar a tu vecino enfermo?, por qué la humanidad se cree que el coaching, la psicología positiva y demás artes son bondadosas y surgieron para mejorarnos como especie?, por qué las investigaciones en medicina se orientan a mejorar la rentabilidad y no la salud?, por qué nos obligan a formar parte de un sistema del que no podremos escapar, poco a poco, sibilinamente, desde la infancia?

Son preguntas que a Julián le parecen tontas aunque sabe que són profundas, poderosas.
Tiene la vaga esperanza que el ser humano va a progresar como especie para situarse en un período de tres o cuatro siglos en una situación distinta, de igualdad y fraternidad entre todos las personas, haciendo de la tierra un lugar armonioso y feliz. Pero se trata de una esperanza vaga. La historia le enseña que pese a los increíbles avances de la humanidad,  esta siempre se ha regido por las ansias de poder de unos pocos que han masacrado o bien como recientemente hacen, manipulado a sus semejantes para seguir en el poder y sojuzgar a los demás.

Julián piensa tanto en ello que ha llegado a escribir un libro de preguntas que jamás se publicará. Su hija, la expatriada, se ríe de él por su ingenuidad absurda y le conmina a enfrentarse a la realidad tal cual es. Pero Julian se rebela y no quiere vivir más en un mundo de mierda donde sólo se premia la maldad. A menudo decide que ya está harto pero se encuentra sin herramientas de rebelión. Qué puede hacer?

El señor Vidal termina de pasar el sábado acurrucado en el sofá. De vez en cuando hecha el aliento a los cristales de las gafas y los limpia con la camiseta de las olimpiadas de Barcelona que aún resiste los embates de la lavadora. Cuando se coloca de nuevo las gafas por unos instantes siente que todo se clarifica  aunque es consciente que se trata de un pequeño ritual personal para convencerse por unos segundos de que el mundo no es un lugar tan sucio. Obsceno.

Se acomoda mejor sosteniendo los cojines con armonía. Cambia de canal una y otra vez hasta que fija su atención en un programa documental donde un tipo se dedica a intentar sobrevivir en una zona desértica, alimentándose de alacranes, tomando agua de los cactus y fabricándose una rudimentaria cabaña con unos arbustos.