Mucho ha
llovido ya desde que ella lo dejó. Él nunca ha tomado en serio la cantinela de
que "tú me dejaste a mí mucho antes" aunque por momentos comprende
que ella tiene algo de razón.
Estos
últimos cuatro años han transitado los dos por un recorrido lleno de recodos, a
veces soleado y agradable pero más a menudo lleno de espinas, hielo y terribles
sombras. Han andado en solitario, paralelos en el mismo camino pero mirándose poco a los ojos y dándose las
manos en las contadas ocasiones en que uno de los dos resbalaba y caía al
suelo, momento en que el otro le retiraba amorosamente la gravilla enganchada
en el trasero. También se han ayudado a cruzar por lugares extraños, escalando
torpemente algunas veces o atravesando riachuelos helados que él se entestaba
en cruzar empapándose los zapatos.
A menudo el
camino se desdoblaba y andaban solos hasta que se volvían a cruzar.
Han subido
cuestas y montañas, atravesado pequeños desiertos y horribles llanuras
inacabables. También han reposado en algún hermoso claro de bosque y curado las
ampollas en los pies con agua fresca en el rio.
Siguen
andando y andando. Las manos en los bolsillos. La vista puesta en el suelo por
muchos ratos. Imposible sincronizar sus miradas: cuando uno hecha la vista
atrás el otro sigue de frente, cuando uno se ilusiona en el horizonte el otro
se entesta en mirarse los pies. Sin embargo han existido pequeños instantes en
que ambos han dirigido la vista al norte y entrelazado las manos caminando al
mismo ritmo, animándose y hasta riéndose. Pero son instantes que duran poco.
Siempre se aparece una piedra que hace que él tropiece o una rama espinosa que
se enzarza en el brazo de ella.
Hoy mismo él
se pregunta si no serían capaces de poder ver antes las piedras y las zarzas
para apartarlas cuidadosamente y seguir andando en paz. Se pregunta también
cómo es posible que sigan andando cuatro años sin rumbo definido pero aún
juntos, sin tomar uno de los dos otro camino distinto en los centenares de
cruces por los que han transitado. No se lo han hablado. No se decían nada al
llegar a un cruce; simplemente se miraban de reojo y algunas veces él y la
mayoría ella se decidían por una dirección sin mayor criterio a la que el otro
se encaminaba también sin pensar.O tal vez pensando.
Y así siguen
hoy. Y se preguntan si quieren andar juntos y se responden que sí. Y se
preguntan si se sienten acompañados y aún pasando por extrema soledad se
responden también que sí. Y se preguntan por qué no se ponen una meta clara y
por qué motivo no se impone la alegría y el abrazo en su andar y no tienen
respuestas, o sí, tal vez cada uno tiene las suyas, que no consigue compartir
con el otro, y se preguntan también si querrían caminar con otra persona y se
responden que no.
Sintiéndose
algo sísifos quieren ambos volver a disfrutar del camino, como antes, como
siempre. Pero aún no saben cómo. Tal vez el universo les ha presentado la
prueba brutal que si consiguen atravesar con éxito su recorrido volverán a
darse las manos y a sonreír. Tal vez. No lo saben aunque ambos lo desean.
Quieren dejar ya este tránsito pesado y agotador pero aún en la tentación del
cruce de caminos siguen en paralelo, juntos. Tal vez esperan una señal, algo
que los convenza de algo. Pero no saben que las señales no existen en este
páramo y que deberán construirlas ellos. ¿A qué esperan? ¿Recodarán aún que la
sonrisa de uno alimenta a la del otro? ¿Y que leer sutilmente la felicidad en
los ojos del compañero es premiado con una caricia en el alma?
Muy cierta la última frase y poética además
ResponderEliminarGracias por leer! Un abrazo!
EliminarNo todas las relaciones están estructuradas dentro de los límites cotidianos establecidos, algunas son diferentes y eso no significa que dos individuos no se quieran, sólo que lo hacen a su manera como en este caso.
ResponderEliminarTambién puede verse desde otra perspectiva, quizá se han acostumbrado a la compañía el uno del otro y aunque no es la que habían idealizado, es compañía conocida al fin y al cabo, compañía aceptada.
Puede ser, al fin y al cabo las idealizaciones son eso, deseos hermosos que se lanzan al vuelo y te caen más tarde o temprano sobre la cabeza como piedras.... sea una cosa u otra andar paralelos supone un drama donde nunca se llegan a unificar las lineas en una sola aún queriendo; líneas que infinitamente están destinadas a verse sin tocarse...
EliminarElla siente que él la dejó hace tiempo ,el no quiere oirlo.
ResponderEliminarA veces nos alejamos tanto de uno mismo que crea inevitablemente una enorme distancia hacia el otro,y vamos en paralelo sin llegar a unirnos creyendo que nuestro acompañante ha de tener el don de la adivinación .la comunicación i el sexo son imprescindibles para caminar sobre la misma línea