Cumplir años el dia uno de enero siempre fue para él algo muy especial. Sincronizado con el tiempo establecido se sentía renacer cada inicio de año con la firme convicción de encauzar su vida hacia caminos más prósperos y felices.
Desde que entró en los treinta cada noche de fin de año pedía como deseo despertarse al dia siguiente en su dieciocho cumpleaños pero con su consciencia y experiencia actuales. Ensoñaciones de pasar por los momentos pasados con la experiencia actual para revivir instantes, cambiar otros y aprovecharse de las ventajas de una mente adulta en un cuerpo y entorno adolescente en una época ya vivida y con un futuro conocido.
Su deseo llegaba vívido a los oídos de su ángel de la guarda, quien con árduo trabajo había mantenido mas o menos a salvo a su pupilo hasta el fin de año dónde iba a entrar por fin en la cuarentena.
Ismael Mellado despertó abrumado ese uno de enero. Una erección descomunal asomaba por la bragueta de su pijama y tras tocarse el miembro acorazado como no recordaba en años pudo escuchar la voz de su padre en la cocina , esa voz que por más de nueve años, el día que se despidieron ante el dispensador de morfina, no había vuelto a escuchar.
Cerró los ojos con fuerza para intentar atrapar ese sueño y la voz siguió, real, palpable, hasta el punto de abrirlos de nuevo y saberse despierto.
Un instante de pánico seguido de un agradecimiento infinito al universo. Retiró la colcha, abrió la luz y se iluminó al verse de nuevo en su habitación de antaño, con los pósters de París y New York, con las Martin’s tiradas por el suelo, su antigua cruzada encima de la silla, la carpeta de la universidad, el libro de Siddartha encima de la mesa y el paquete de Lucky en el suelo. Mentiría si dijese que no daba crédito a sus ojos. Sabía perfectamente lo que había ocurrido. Tantos años deseando y pidiendo. Tantas ensoñaciones de cómo podría ser revivir su vida con una mente de adulto. Tantos pedidos a su ángel desconocido y por fin lo tenía. El dia de sus cuarenta años. La mañana en la que debía haberse adentrado en la madurez, pensar en tener pareja estable e hijos, comprarse por fin un piso o empezar un plan de jubilación, se encontró en su vida de adolescente en sus primeros minutos de mayoría de edad.
Su madre y hermanos no advirtieron la excesiva jovialidad con la que les dio los buenos dias. Su padre se emocionó muy disimuladamente, con un abrazo tan fuerte y un “te quiero” que no escuchaba desde hacía siglos por parte de su hijo menor. Y así empezó un nuevo año a caballo entre los dieciocho y los cuarenta inaugurando un 1992 repleto de novedades y expectativas, un año que sus conciudadanos esperaban desde hacía mucho tiempo con olímpicas ilusiones y en el que Ismael despertó sin apenas resaca y con mucha hambre de vivir, de ver a sus amigos, de recorrer la ciudad con su derby variant, de aplicar su mente experimentada a la vida cotidiana.
Y así transcurrieron esos primeros días y semanas. Un joven redescubriendo su historia con ojos de adulto, haciéndose el adolescente ante todos y reflexionando cada noche sobre como iba a encauzar su nueva vida con todo lo que ya sabía del futuro.
A menudo se preguntaba sobre si esa nueva vida iba a durar para siempre, si un dia iba a despertar de nuevo en su cuarentena o si bien iba a tener una nueva oportunidad de una vida entera en este nuevo universo. Sin pretender entender demasiado se debatía entre la inercia de seguir su vida anterior y el deseo de abrirse nuevos caminos, más si cabe teniendo en cuenta su extrema ventaja de conocer de antemano el futuro de los acontecimientos del mundo. Los meses siguientes a su dieciochoavo aniversario los dedicó a disfrutar de su experimentada alma en un contexto de juventud. La vuelta a fumar hachís comprando al camello del barrio, el ligue -ahora sí, extremadamente fácil- con Eva, Marta i Mireia, aquellas chicas imposibles de la universidad que ahora se le antojaban tan fácilmente accesibles que no daba crédito al hecho de poder acariciar esos cuerpos antaño sólo imaginados en noches de insomnio y ahora reales, fundidos en él, rendidos a un discurso seductor, suave y engañoso mediante el que un cuarentón con cuerpo esbelto, fuerte y guapo podía seducir sin compasión ni vergüenza a cualquier mujer que se le antojara, fuera universitaria o madura, tal como llevó a cabo con Rosa, su profesora de macroeconomia, sueño imposible de todos los alumnos de económicas, a la que sedujo en un par de tutorías y convenció para que le invitara a catar su cuerpo conservado en clases de fitness.
Con el tiempo se fue convirtiendo en un joven gurú de las finanzas invirtiendo sorprendentemente en nuevas empresas extrangeras vinculadas a la nueva era de internet. Con una cuenta bancaria inimaginable dedicó sus años de veinteañero a viajar por el mundo tomando todo aquello que se le antojaba, seduciendo mujeres sin piedad, tomando todas las drogas, fundiéndose en todos los pecados, libre, sin mas ley que su conciencia, sin mayor límite que el desconocimiento de si iba a terminar su vida actual o iba a regresar a la anterior, sin miedo, sin vergüenza. Enamorándose y desenamorándose límpiamente, con clase. Y así fue como Ismael se adentró en los treinta; algo aburrido de años de descontrol pero aún emocionado en su extrema y total libertad. Fue entonces cuando decidió sentar la cabeza y establecerse por un tiempo. Decidió crearse su refugio particular en una isla paradisíaca brasileña que logró comprarse gracias a las ganancias de su participación en las acciones de Ebay. Allí estableció su cuartel general, plagado de bellas mujeres, sirvientes, supuestos amigos, gestores de sus negocios, famosos de visita y otros tantos farsantes. Fue allí donde se enamoró de Isabel, joven oriunda de la isla, con la que tuvo dos hijos antes que una siniestra ola atlántica se la llevara para siempre en una mañana de surf extremo.
Fue allí donde se acostó, drogado, la noche del treinta y uno de enero en la que se iba a despertar al dia siguiente con cuarenta años. Y fue exactamente allí el lugar y tiempo en el que no despertó, volviendo de nuevo a un lejano año olímpico con la voz vespertina de su padre gritando desde la cocina, voz que no había vuelto a escuchar desde la extraña noche en que se despidieron envueltos en un halo de morfina.
Y fue así como Ismael Mellado inició de nuevo su periplo de universitario experimentado, en una nueva oportunidad regalada para disfrutar y ser feliz en un nuevo universo repetido. Y recordando vidas y eventos pasados se dedicó de nuevo a los placeres de la vida, rico, mujeriego, alcohólico y drogadicto. Con menos miedos y más riesgos. Con más énfasis en el disfrute del momento, con la búsqueda brutal de la emoción desconocida, desmontando tabús, disfrutando de su estancia repleta de fastuosos extremos, pasó de nuevo por una vida entera esperando a las próximas, que fueron repitiéndose sin cesar, una a una hasta la saciedad, comprobando todos los extremos de la vida humana, viviendo ahora en la opulencia, ahora en la extrema pobreza, como supuesto empresario visionario, escritor famoso de libros robados al futuro, viajante desconocido en países remotos, creador suntuoso de arte, tendero de barrio, colaborador silencioso en organizaciones sociales, líder de novedosas ongs, padre ejemplar y discreto abogado, soldado por la libertad, terrorista por la justicia, actor de telenovelas mexicanas, agitador social en Rusia, vagabundo en su ciudad y en tantas otras, poeta perdido en Melbourne, aprendiz de santo en Cuba, campeón de futbolin, periodista deportivo locuaz en Barcelona, adorador de Gauguin en su isla sagrada.
Un sinfín de vidas posibles, regadas en el conocimiento del futuro, aburridas tras centenares de posibilidades.
Aturdido por la enormidad de los recuerdos, Ismael había perdido la referencia de su esencia, de su vida primigenia y sólo anhelaba ya envejecer y morir. Deseaba cada vez con mayor ahínco poder terminar su vida o tal vez alguna de ellas. Pero parecía no ser posible. Inclusive sus repetidos intentos de quitarse la vida llevaban siempre a un nuevo amanecer adolescente del que no podia escapar.
Resignado a una infinidad de existencias se decidió por centrarse sólo en un camino y repetirlo hasta la saciedad para perfeccionarlo una vez tras otra. Asi fue que empezó por copiar con la mayor aproximación que recordaba su vida original, mejorándola una vez tras otra, desarrollando valores, acciones y actitudes superadoras de las anteriores. Asi fue como se casó con Rosa y tuvo dos preciosos niños y ejerció de brillante gestor de una cooperativa aceitunera, cuidando de su família, favoreciendo a su entorno.
Así fue como se casó con Rosa y tuvo los mismos niños, ejerció de profesor de primaria, cuidando de su família, favoreciendo a su entorno, posicionándose como actor social en pos de la justicia, apostando por el amor como herramienta esencial en el mundo y finalmente despertando un uno de enero con la voz de su hijo mayor diciéndole al oído “papa, buenos días, te quiero”.