domingo, 9 de julio de 2023

EL DESCUBRIMIENTO DE LA CONCIENCIA DE CLASE

 


El conglomerado espectacular de toboganes se presenta ante sus ojos como un deseo largamente esperado que acaba de hacerse realidad. Un sol justiciero. El aroma a coco de los protectores solares. El vaivén frenético de niños y adolescentes corriendo, resbalándose algunos, de tobogán en tobogán. Los gritos y las risas. Las consignas de su padre para ambos hermanitos gemelos: "si os perdéis recordad que este será el lugar de reunión", "¿probamos primero con los más suaves?", "¿te pusiste protección en las orejas?...recuerda qué te pasó el verano pasado".

 

Los niños, emocionados, saben bien dónde quieren ir en primer lugar. Ese cúmulo de tubos espectacular que destaca por encima de todas las demás atracciones. El "Super-flight". Hacia allí dirigen sus pasos rápidamente con su papá siguiéndolos atropelladamente procurando esquivar las manadas de pequeños que deambulan a toda velocidad a primera hora de la mañana deseosos de su primer chapuzón.

Pronto comprueban que la atracción ya ha abierto sus puertas y hay un montón de gente haciendo fila, en una suerte de laberinto organizado con unas vallas metálicas que sitúan al personal en una cola ordenada para evitar tumultos; una técnica clásica de todos los parques acuáticos y de atracciones.

Resignados, se sitúan en la cola. Deseosos que esta avance rápidamente miran con ímpetu a los chicos que van subiendo al terrible Super-flight y uno de ellos, Martí, calcula a ojo cuanto tiempo tardarán en subir: "Calculo que nos tocará hacer una media hora de cola, papá". Santi, que recuerda ahora que no se puso protección solar, responde quitando importancia al asunto: "bueno chicos, no pasa nada. Ya sabíais que en los parques se forman colas pero lo bueno es que tenemos todo el dia para nosotros…hasta las cinco de la tarde!". Martí, entorna los ojos tímidamente y hace un cálculo mental rápido: "pero papá, si tenemos hasta las cinco y en cada atracción tenemos media hora de cola, sin contar la comida sólo podremos disfrutar de tres o cuatro bajadas!". Santi vuelve a relativizar el asunto argumentando que en otros toboganes el tiempo de espera será muy breve y que también disponen de la piscina de olas y mucho más. Sin embargo, para sus adentros le da la razón a su hijo y empieza a maldecir el sol de justicia que se le está clavando en la nuca, más si cabe cuando lee el letrerito que dice "tiempo estimado de espera, 45 minutos".

 

Bernat comienza a quejarse a los diez minutos del calor insoportable y dice que tiene sed. Martí se une a la petición de agua. Santi les da largas, como ya era de esperar, con el argumento válido que están en la cola y que no va a marcharse para comprar agua y traerla y que además él ya les ha anticipado cuando dejaban las toallas en la hierba que debían beber agua antes de lanzarse a la aventura acuática.

Los niños siguen hablando animadamente de las aventuras de los últimos días en clase, de las manías de la maestra, de las tonterías que suelta un youtuber famoso, del supuesto retorno de Messi al Barça; discuten sobre quién dibuja mejor, quién se tira los peores pedos y quién alcanzó el último récord en el juego de la Play. Al cabo de quince minutos más de repente se impone el silencio. El calor y la humedad han podido con el entusiasmo inicial y ahora los niños empiezan a mostrar su impaciencia expresando cansancio y más sed.

La fila avanza de manera milimétrica y llegar al doblado de una parte de la valla pareciera misión imposible. Poco a poco avanzan unos pasos que ayudan a mantener la ilusión por unos instantes.

Instantes después se cumplen los cuarenta y cinco minutos que el letrerito informaba y a Santi le empieza a salir la vena reivindicativa: "Pues vaya, llevamos ya casi una hora aquí asándonos como pollos y aún andamos por la mitad".  Y el motivo de su molestia no es otro que la observación del pasar incesante de los del "pase VIP" por la valla de enfrente.

Una suerte de niños, adolescentes y adultos que deambulan orgullosos con su flamante pulsera verde mostrando a todos los demás su privilegio de no tener que esperar en ninguna atracción y poder exprimir su dia en el parque acuático como nadie más. "Un privilegio de cien eurazos por niño y de más de cien para adulto. Ese dineral nos daría para viajar un fin de semana los tres a todo lujo" piensa el papá mientras se limpia el sudor de la frente.

 

Sobre la hora de espera el pequeño Martí repara en el niño que tiene enfrente. Un chico de su misma edad, francés, rubito y con el rostro enrojecido de manera alarmante. Ambos se miran por unos instantes. Martí lleva la mirada a la flamante pulsera VIP y el chico al darse cuenta se la muestra, orgulloso y le dice algo en francés que el pequeño no puede entender. El papá observa la escena. Martí le dice al chico que no le entiende y el otro le responde con una sonrisa burlona indicándole en gestos que él ya lleva cuatro bajadas y que Martí sigue ahí cansado esperando. Se ríe. Se ríe de él. Santi habla en voz alta: "ese mequetrefe se está pitorreando en nuestra cara y su padre ahí al lado no le dice nada!... Buena ostia le daría yo al niño-gamba este!"

El padre del niño-gamba al que se podría tildar de hombre-langosta repara en la situación y lejos de reprender seriamente a su vástago por su mala educación simplemente le sonríe y dice que son cosas de chicos.

Bernat que asiste a todo se ha calentado bien y insulta al niño francés: "fill de puta! Tant de bò surtis volant del tubo i t'estampis a un arbre!". Santi le reprende seriamente, pero Martí aprovecha la ocasión para lanzar un escupitajo que impacta en todo el ojo al niño-gamba que a su vez también escupe a Martí. Este aprovecha el espacio entre la reja para propinarle un puñetazo que le impacta en el oído y en medio del desaguisado consigue hacerse con la mano del niño para arrancarle la pulsera a la fuerza. Santi intenta que su hijo suelte al otro y el padre francés también forcejea lanzando insultos. Finalmente, el niño -gamba consigue zafarse y empieza a burlarse de los tres, ahora sí bien separado de ellos.  El papá langosta lanza algunos insultos más y se une a las burlas de su hijo mientras indica con risas que observen como ahora mismo entran en la atracción.  En ese preciso instante personal del parque indica a Santi y sus hijos que deben abandonar la fila y salirse para evitar mayores altercados a la vez que reprenden al padre por la actitud de sus hijos. Este, exaltado, discute y lanza improperios. Se niega y lo consigue gracias a que toda la gente de la fila, solidariamente, les da la razón y expresan con indignación la mala educación de los franceses.

 

Desde hoy Martí y Bernat ya no serán los mismos.