domingo, 1 de octubre de 2023

Periodismo 2023

 

Me contó un amigo que hace unos meses su hijo, recién graduado en periodismo, empezó un nuevo empleo en una cadena de televisión importante. Su cometido principal pasaba por las tareas básicas del reportero de calle cubriendo pequeñas noticias in situ junto a su compañero de la cámara. A ello se puso con toda la voluntad desempeñando a la perfección su rol primero en noticias vecinales de la ciudad de Barcelona y por toda Catalunya después.

 

Parece ser que sus superiores estaban muy contentos con él puesto que, a parte de su buena dicción y disposición, disponía -a ojos de su supervisora- de una buena dosis de proactividad y creatividad para poder sugerir nuevos ángulos en la noticia. No pasó mucho tiempo hasta que al joven periodista le fue propuesta la creación de un breve reportaje para las noticias del fin de semana.

Se trataba de una entrevista y seguimiento cotidiano al responsable de la empresa “Desaloja”, cada vez más nombrada en relación con la desocupación forzosa de pisos.

 

El objetivo era mostrar una mirada objetiva sobre la empresa y sus métodos sin entrar demasiado en las tensiones lógicas que se daban en sus actuaciones. De hecho y pese a que el joven, habiéndose documentado, ya sabía que la gran mayoría de desalojos se producían en propiedades de bancos y grandes inversores, se le programó la grabación en un desalojo de “okupas” violentos en una vivienda familiar de una pareja que se había comprado el apartamento como segunda residencia. También se le conminó sutilmente -pero firme- a mostrar a Julián (así se llamaba el dueño de la empresa) como una persona sensibilizada con el mundo social y se le arengó a construir una noticia de carácter positivo. En palabras exactas de su supervisora “dando la imagen más cercana a una ONG que a una empresa”.

 

Me comenta el padre que en ese momento arrancaron las dudas del joven respecto a su profesión. El chico no era absolutamente ingenuo, pero cabe decir que creía que ese tipo de manipulaciones para orientar las noticias serían mucho más sutiles y que no se desplegarían tan claramente con los jóvenes recién aterrizados en el medio.

 

Parece ser que antes del día de grabación el joven anduvo meditando sobre la ética de la profesión y comentó con su padre que se sentía muy decepcionado al comprobar tan rápido cómo funcionaban las cosas.  Mi amigo, ya resabiado por el peso de la experiencia le aconsejó hacer las cosas según su instinto y no motivó en su hijo ningún atisbo ni de rebote ni de sumisión.

Mi amigo me explicó, orgulloso, que su hijo decidió realizar tres versiones distintas con las tomas y los cortes realizados. Se trataba de tres pequeños reportajes de no más de tres minutos cada uno que le habían costado un par de noches de sueño editando frente a la computadora.

 

Orgulloso, entregó el material a su superiora advirtiéndola que podía escoger entre las tres opciones.

En la primera se mostraba a Julián como un líder social enfrascado en la lucha contra las ocupaciones de viviendas que sufrían miles de desvalidas familias españolas. Se reflejaba la agresividad de los jóvenes ocupantes del apartamento y se sugería la posibilidad de tráfico de drogas así como la ineficacia del aparato judicial para dar respuesta a este tipo de situaciones. Se hacía énfasis en el drama familiar de no poder acceder al domicilio sin especificar que se trataba de una segunda residencia y se mostraba a un Julián emocionado ante la injustícia.

 

En la segunda propuesta el joven periodista mostró una mirada absolutamente objetiva dónde aparecían claramente los datos de las escasísimas ocupaciones de pisos a familias, la situación miserable y marginal de los jóvenes ocupantes sin acceso a documentación ni recursos, el trabajo de Julián como dueño de una empresa que daba un servicio específico a bancos y eventualmente a particulares, la injustícia de algunas familias con sus viviendas ocupadas y la descripción de cómo funciona el sistema judicial muchísimo más rápido y contundente para hacer frente a ocupaciones de particulares  (que generalmente no requieren de los servicios de “Desaloja”) que en segundas viviendas, pisos vacíos o propiedades de empresas y bancos.

 

En el tercer reportaje se mostraba la misma exposición neutral que en el anterior pero haciendo énfasis en el drama de los jóvenes ocupantes y su imposibilidad de acceder a documentación, trabajo o vivienda, los vínculos de Julián con la extrema derecha y su afiliación a una organización fascista, la demostración que la clientela básica de la empresa eran bancos y fondos extranjeros de dudosa legalidad, el interés de muchos medios por favorecer una opinión pública en estado de paranoia y miedo a que le ocuparan su vivienda y un breve recordatorio para con el derecho universal a disponer de vivienda en contraposición a un sistema basado en la especulación.

 


lunes, 28 de agosto de 2023

POOL PARTY

 

La conocí en una pool party en el hotel Gaià de Barcelona. Era una soleadísima tarde del mes de abril y en la ciudad rugían las hormonas presas de los primeros calores del año. Las mías, menos ardientes por el tiempo pasado, también presagiaban (más bien deseaban)  aventura al contemplar los primeros escotes generosos deambulando por la ciudad. 
No recuerdo quién me invitó al evento pero fue alguien de la editorial remarcándome que era importante mi presencia para poder conocer a los ejecutivos de la misma en Sudamérica y tantear directamente la promoción de mi libro por aquellos lares. Así fue como me encontré de repente enfundado en unas arrugadas  bermudas rescatadas de la caja de ropa de verano mostrando al mundo mis pantorrillas blanquísimas paseándome por la terraza del hotel observando al personal. Nunca antes había estado en una “pool party” y lo primero que me llamó la atención fue la sorpresa de no encontrarne la “pool” que esperaba. En su lugar, una especie de coquetón  estanquito con ínfulas de fuente renacentista dónde cuatro mujeres elegidas con biquinis minúsculos remojaban sus pies sentadas en el borde. A su alrededor unos cuantos hombres variopintos deambulaban intentando establecer conversación o invitándolas a copas. Ellas lo agradecían mucho y les dedicaban sonrisas pícaras junto a movimientos algo altivos.
Un hombre de unos cincuenta años enfundado en pantalones y camisa de lino blancos al estilo caribeño con pedigree no dejaba de mirar fíjamente a la chica más jovencita y ella le sonreía bien dispuesta a coquetear con él, evento que iba a producirse poco después y que yo observé atentamente puesto que tenía gran curiosidad por descubrir las técnicas de ligoteo de hombres mayores con chavalitas adolescentes. Me preguntaba por el tipo de conversación: ¿de qué iba a  hablarle un hombre de cincuenta años a una niña de dieciocho (prefiero pensar que ya los tenía)?; ¿con qué actitud le entraría?, ¿se mostraría directamente como un tiburón que huele sangre o tomaría una vía más sutil para intentar impresionar a la niña con acciones más experimentadas? Lo cierto fue que las dudas se me disiparon rápidamente antes incluso de escuchar una sola palabra puesto que cuando el hombre se le acercó mirándola fíjamente a golpe de unos penosos pasos de baile al rítmo de algo parecido a  "dame papi" ella se le arrimó rápidamente ejecutando un baile sensual consistente en restregar sutilmente el culo en los pantalones del tipo y en hacer una especie de sentadillas con rítmo caribeño (por ponerle un nombre). Observé detenidamente esa especie de ritual de apareamiento postmoderno expectante ante la posibilidad de una conversación entre ellos de la que yo pudiera disfrutar (reírme) secretamente pero esta tardó un poco en producirse o almenos así le pareció a mi mente, algo abochornada ante los movimientos renqueantes del tipo. Sin duda la convesación posterior -a la que intenté prestar la máxima atención que la mierda de música me permitía- no dejó grandes palabras para la posteridad puesto que una retahíla de sandeces, coqueteos patéticos y insinuaciones sobadas dieron paso a unos incómodos silencios que el hombre intentaba romper a base de nuevos hilos de diálogo que la adolescente no sabía muy bien cómo seguir, todo ello con ámbos cuerpos moviéndose al compás de esos rítmos infernales que apostaría que al cincuentón le dolían tanto como a mí. El hombre iba a lo que iba y la muchacha no sabría decir a ciencia cierta si formaba parte del decorado o también estaba abierta a hacer negocios. Entendí que ambos argumentos eran válidos puesto que desaparecieron los dos durante un buen rato.
 
Tras mi segunda copa me cansé de vagar por el circo y me aparté un poco de la zona más ruidosa para sentarme cómodamente en una tumbona. Encendí un nuevo cigarrillo y en pocos segundos un atento camarero me acercó un cenicero. Aproveché para preguntarle si sabía quiénes eran los directivos sudamericanos de la editorial y el tipo, muy amable, escaneó con la vista durante unos instantes al personal para indicarme , sin estar muy seguro, un par de tipos que estaban sentados en la terracita.
Con esa información me dirigí hacia ellos para presentarme. Me invitaron a sentarme y departimos unos minutos acerca de las bondades de Barcelona, de lo felices que se sentían de pasar en ella unos días y de lo mucho que estaban aprendiendo de los directivos de la central. Conseguí ir manipulando el devenir de la charla hacia la literatura y más concretamente sobre el posible interés de lanzar mi novela en el mercado americano; propósito básico por el cual yo estaba en ese patético lugar. Como ya había previsto, ambos hombres no tenían la más remota idea de mi trabajo y debí hacer un esfuerzo para explicarles la progresión espectacular de ventas de mi libro en España los últimos meses así como hacerles una pequeña sinopsis del libro vendiendo los motivos por los que yo creía que iba a encajar con determinado público del continente americano. Les expliqué que no se trataba de una novela sentimental puesto que la trama abordaba fundamentalmente el pequeño drama cotidiano de los hombres sobre la cincuentena con todos sus miedos, fortalezas, ridiculeces, obstinaciones, nostalgias, alegrías y especulaciones. Claro que el eje sobre el que se proyectaba todo transitaba sobre una historia de amor entre Ricardo y Nuri pero este encuentro entre dos personas maduras sólo era la excusa literaria para entretejer el mundo interior de las personas al final de la cuarentena, dónde ya existe conciencia clara de finalización de la época de juventud y a menudo abruma el miedo por la llegada de la vejez, dónde la ilusión juvenil de proyectarse hacia el futuro ya ha tocado techo o definitivamente ya no va a producirse como se había soñado, dónde a menudo aparecen las dudas sobre la utilidad de la propia existencia habiendo rebasado ya la mitad de la misma, dónde algunos aprenden a apreciar profundamente ver cada día un nuevo amanecer, dónde otros nunca aprenderán ya a contemplar sus momentos de felicidad, dónde la decadencia física aturde por su brutal evidencia, dónde se difuminan los límites con la siguiente etapa de la vida, dónde aparecen las mayores de las seguridades y los más atroces miedos, dónde unos están de vuelta de todo y otros entienden que pueden seguir sorprendiéndose como en su adolescencia, dónde la ilusión debe preservarse a diario y iluminar el camino, dónde la evaluación de lo vivido puede llevar a reproches absurdos del pasado, a aprendizajes serenos de vida o a observaciones nostálgicas.
 
Tomás y Miguel -por cierto, ambos a punto de finiquitar la década de los cuarenta- empezaron a prestar mayor atención a la conversación, a hacer preguntas, reflexionar y perder la mirada en el horizonte de edificios visualizándose o escuchándose a sí mismos en enormes circunloquios secretos hurgando en sus existencias.
 
Ricardo -explicaba yo- es un tipo que acaba de cumplir cincuenta años, divorciado desde hace cinco, con un par de hijos en custodia compartida con su ex-mujer, que ha tenido que hacer frente a serias dificultades financieras y emocionales los últimos años pero que ahora llega muy sereno al medio siglo. Él se dice que es feliz. Tiene un minúsculo apartamento hipotecado que le sirve de cálido refugio, disfruta del amor de sus hijos, se esfuerza como padre, es absolutamente dichoso en su trabajo, hace deporte y se mantiene en forma, tiene buenos amigos, sabe divertirse en soledad y aprecia su propia compañía y serenidad cómo bienes preciadísimos. Durante largos años se sintió agobiado, estresado, triste y apesadumbrado por el peso de la vida pero ya hace mucho tiempo que se levanta cada día con una sonrisa agradeciendo su paz, autoliderazgo y discurrir cotidiano. Se da cuenta que disfruta plenamente cada jornada y que los obstáculos se hacen mucho menores cuando se viven como retos y aprendizajes. Se dice a sí mismo que siente pasión por vivir. 
Por nada del mundo querría modificar su cotidianidad y estabilidad y pese a tener mucho éxito entre las mujeres, no ha querido en estos últimos años establecer una relación seria que fuera mucho más allá de sus propios límites. En un par de ocasiones sucedió que esos límites parecían difuminarse pero una barrera inabastable le obligó a cortar ambas relaciones simplemente porque sentía que no amaba lo suficiente o más claramente que no amaba y ese aspecto en este momento de su vida es totalmente inaceptable. Sin duda y pese a las puñaladas inevitables de la vida él sigue creyendo en el amor aunque a estas alturas lo hace desde una mirada distinta. Se dice a sí mismo que no quiere tener pareja. También se lo dice a las mujeres que se le van acercando para no engañar a nadie aunque las reglas de uno puedan no ser siempre coincidentes con los deseos o sentimientos del otro. Sin embargo en el fondo de su alma sí que sabe que algún día va a sentir que quiere una persona a su lado. Pero no podrá ser cualquiera. Deberá ser alguien que le despierte un amor incondicional, que encaje con sus valores y que sobretodo sume en su vida. Deberá ser alguien a quien admirar y por quien valga la pena dejarse la piel en pequeñas cosas. Alguien en quien confiar y divertirse. Alguien con quien símplemente estar y observar el paso del tiempo, sonreír y valorar, cuidar, animar y aportar toda su energía vital y que todo ello sea también devuelto en la misma medida. A esas alturas de la vida no le interesa la pura belleza abrumadora. Tampoco le interesa el compromiso juvenil abocado en hacer planes de futuro que una vez conseguidos muestran a las parejas que su amor se basaba en un esfuerzo mútuo brutal donde se ha ido esfumando la capacidad de cuidar y disfrutar del otro. Él sabe lo que quiere pero no lo ha encontrado aún. Pero tampoco lo busca, cree.  La verdad es que tampoco tiene prisa pese al temor que le produce el paso cada vez más rápido del tiempo. Y es que cuando uno se siente feliz a estas alturas los meses y los años no se miden como en la infancia o la adolescencia sino que discurren a velocidades siderales.
 
Tomás esbozó una sonrisa sin mediar palabra y Miguel me miró insinúandome con los ojos que siguiera con mi relato.
 
Ricardo no busca el amor como muchos hombres que se sienten solos o que creen que no serán totalmente felices hasta disponer de una pareja al uso. Sabe que todo ello es un constructo social, una especie de artificio que introduce en las mentes de los individuos el vírus del desánimo y la necesidad de ser acompañado que a menudo lleva a  mendigar cariño. Se repite a diario que antes de amar a nadie uno debe amarse a sí mismo, mimarse, cuidarse, no reprocharse nada y apostar pos sus metas gozando del camino.
Con todo ello una tarde que le invitan a una fiesta conoce a Nuri y sin darse crédito a sí mismo le bastan unos pocos minutos, tal vez sean sólo segundos para sentir en su cuerpo de manera muy intensa esa sensación química tan conocida -aunque para él algo olvidada- que se incrementa a medida que la va conociendo y que realmente explota con el pasar de las semanas. Él, siempre tan cauto en sus palabras, se deshace como hielo en la tórrida arena. Durante un tiempo intenta aquél ejercicio racional de pensar, pensar y no sólo sentir para  vislumbrar si Nuri puede ser esa mujer que le aporte y en la que él pueda volcar toda esa capacidad de cariño que tiene a buen recaudo, almacenada pero disponible al instante. Analiza la situación y reconoce en ella todo lo que admira: inteligencia, buen humor, cultura, independencia, belleza, valores parecidos, energía, felicidad. Durante semanas, meses, años... ¿para siempre? vive en una nube de algodones retorcidos en que sus palabras hacia ella brotan sin control ni filtro como ya no recordaba y a cada análisis inicial sobre si realmente "me conviene esta persona" no cesan de surgir más y más argumentos a favor, envueltos en papeles de celofán azul cielo regados en ese aroma de lavanda que lo ensoñan y liberan de todas sus ataduras pasadas enfocándose ahora en su capacidad para dar, en esa necesidad de compartir sin pedir nada a cambio...
 
Hice una pausa en mi relato. Quise mirar a los ojos a Miguel y Tomás pudiendo entrever cierta emoción contenida.  Ellos me animaron a continuar aunque yo les avisé que no les iba a contar el libro entero, que sólo se trataba de una breve sinopsis para poner en contexto. Sin embargo una voz femenina detrás de mí me dijo que siguiera un poco más, que le gustaba lo que estaba contando. Sorprendido me giré sobre mi asiento para ver quién me hablaba. Supongo que ella debió ruborizarse un poco al ver en mi mirada esa expresión extraña, algo torpe y confusa. No recuerdo bien cuanto tiempo mis pupilas se clavaron en ella pero sí que tengo conciencia de haberme fijado en sus ojos de miel, en su sonrisa de niña inteligente y ser invocado desde algun lejano lugar a creer ciegamente  en que era radicalmente especial, muy especial, tanto que desde mis entrañas emergieron todo tipo de sensaciones variopintas que fueron en aumento cuando ella dijo "me encantan las historias, sigue por favor" y la invité a sentarse con nosotros inmediatamente con una supina sonrojez en mi rostro barbudo.  Su voz penetró en mi de una manera profunda. Ya no había música de fondo ni ruido alguno. El breve movimiento de acercarse a la mesa y tomar asiento me impresionó y me dejó más perplejo aún, pudiendo percibir ese espacio de tiempo en toda su lentitud como en un teorema cuántico en el que el lapso no es más que un constructo sutil que puede detenerse, pausarse, acelerarse sin sentido o introducirse en él. No sentí un impulso puramente sexual sino algo mucho más complejo dificilmente entendible por mi mente analítica de hombre soltero. Esbocé lo que a todas luces debió ser una sonrisa de idiota y observé un profundo fundido en negro dónde ella se mostraba en el centro y suspiré para mis adentros queriendo atrapar esa imagen para siempre en mí. Ella, muy sonriente, me rescató de ese breve estado de letargo posando su mano suavemente sobre la mía por primera vez. "Me llamo Nuri". 
 
 

domingo, 9 de julio de 2023

EL DESCUBRIMIENTO DE LA CONCIENCIA DE CLASE

 


El conglomerado espectacular de toboganes se presenta ante sus ojos como un deseo largamente esperado que acaba de hacerse realidad. Un sol justiciero. El aroma a coco de los protectores solares. El vaivén frenético de niños y adolescentes corriendo, resbalándose algunos, de tobogán en tobogán. Los gritos y las risas. Las consignas de su padre para ambos hermanitos gemelos: "si os perdéis recordad que este será el lugar de reunión", "¿probamos primero con los más suaves?", "¿te pusiste protección en las orejas?...recuerda qué te pasó el verano pasado".

 

Los niños, emocionados, saben bien dónde quieren ir en primer lugar. Ese cúmulo de tubos espectacular que destaca por encima de todas las demás atracciones. El "Super-flight". Hacia allí dirigen sus pasos rápidamente con su papá siguiéndolos atropelladamente procurando esquivar las manadas de pequeños que deambulan a toda velocidad a primera hora de la mañana deseosos de su primer chapuzón.

Pronto comprueban que la atracción ya ha abierto sus puertas y hay un montón de gente haciendo fila, en una suerte de laberinto organizado con unas vallas metálicas que sitúan al personal en una cola ordenada para evitar tumultos; una técnica clásica de todos los parques acuáticos y de atracciones.

Resignados, se sitúan en la cola. Deseosos que esta avance rápidamente miran con ímpetu a los chicos que van subiendo al terrible Super-flight y uno de ellos, Martí, calcula a ojo cuanto tiempo tardarán en subir: "Calculo que nos tocará hacer una media hora de cola, papá". Santi, que recuerda ahora que no se puso protección solar, responde quitando importancia al asunto: "bueno chicos, no pasa nada. Ya sabíais que en los parques se forman colas pero lo bueno es que tenemos todo el dia para nosotros…hasta las cinco de la tarde!". Martí, entorna los ojos tímidamente y hace un cálculo mental rápido: "pero papá, si tenemos hasta las cinco y en cada atracción tenemos media hora de cola, sin contar la comida sólo podremos disfrutar de tres o cuatro bajadas!". Santi vuelve a relativizar el asunto argumentando que en otros toboganes el tiempo de espera será muy breve y que también disponen de la piscina de olas y mucho más. Sin embargo, para sus adentros le da la razón a su hijo y empieza a maldecir el sol de justicia que se le está clavando en la nuca, más si cabe cuando lee el letrerito que dice "tiempo estimado de espera, 45 minutos".

 

Bernat comienza a quejarse a los diez minutos del calor insoportable y dice que tiene sed. Martí se une a la petición de agua. Santi les da largas, como ya era de esperar, con el argumento válido que están en la cola y que no va a marcharse para comprar agua y traerla y que además él ya les ha anticipado cuando dejaban las toallas en la hierba que debían beber agua antes de lanzarse a la aventura acuática.

Los niños siguen hablando animadamente de las aventuras de los últimos días en clase, de las manías de la maestra, de las tonterías que suelta un youtuber famoso, del supuesto retorno de Messi al Barça; discuten sobre quién dibuja mejor, quién se tira los peores pedos y quién alcanzó el último récord en el juego de la Play. Al cabo de quince minutos más de repente se impone el silencio. El calor y la humedad han podido con el entusiasmo inicial y ahora los niños empiezan a mostrar su impaciencia expresando cansancio y más sed.

La fila avanza de manera milimétrica y llegar al doblado de una parte de la valla pareciera misión imposible. Poco a poco avanzan unos pasos que ayudan a mantener la ilusión por unos instantes.

Instantes después se cumplen los cuarenta y cinco minutos que el letrerito informaba y a Santi le empieza a salir la vena reivindicativa: "Pues vaya, llevamos ya casi una hora aquí asándonos como pollos y aún andamos por la mitad".  Y el motivo de su molestia no es otro que la observación del pasar incesante de los del "pase VIP" por la valla de enfrente.

Una suerte de niños, adolescentes y adultos que deambulan orgullosos con su flamante pulsera verde mostrando a todos los demás su privilegio de no tener que esperar en ninguna atracción y poder exprimir su dia en el parque acuático como nadie más. "Un privilegio de cien eurazos por niño y de más de cien para adulto. Ese dineral nos daría para viajar un fin de semana los tres a todo lujo" piensa el papá mientras se limpia el sudor de la frente.

 

Sobre la hora de espera el pequeño Martí repara en el niño que tiene enfrente. Un chico de su misma edad, francés, rubito y con el rostro enrojecido de manera alarmante. Ambos se miran por unos instantes. Martí lleva la mirada a la flamante pulsera VIP y el chico al darse cuenta se la muestra, orgulloso y le dice algo en francés que el pequeño no puede entender. El papá observa la escena. Martí le dice al chico que no le entiende y el otro le responde con una sonrisa burlona indicándole en gestos que él ya lleva cuatro bajadas y que Martí sigue ahí cansado esperando. Se ríe. Se ríe de él. Santi habla en voz alta: "ese mequetrefe se está pitorreando en nuestra cara y su padre ahí al lado no le dice nada!... Buena ostia le daría yo al niño-gamba este!"

El padre del niño-gamba al que se podría tildar de hombre-langosta repara en la situación y lejos de reprender seriamente a su vástago por su mala educación simplemente le sonríe y dice que son cosas de chicos.

Bernat que asiste a todo se ha calentado bien y insulta al niño francés: "fill de puta! Tant de bò surtis volant del tubo i t'estampis a un arbre!". Santi le reprende seriamente, pero Martí aprovecha la ocasión para lanzar un escupitajo que impacta en todo el ojo al niño-gamba que a su vez también escupe a Martí. Este aprovecha el espacio entre la reja para propinarle un puñetazo que le impacta en el oído y en medio del desaguisado consigue hacerse con la mano del niño para arrancarle la pulsera a la fuerza. Santi intenta que su hijo suelte al otro y el padre francés también forcejea lanzando insultos. Finalmente, el niño -gamba consigue zafarse y empieza a burlarse de los tres, ahora sí bien separado de ellos.  El papá langosta lanza algunos insultos más y se une a las burlas de su hijo mientras indica con risas que observen como ahora mismo entran en la atracción.  En ese preciso instante personal del parque indica a Santi y sus hijos que deben abandonar la fila y salirse para evitar mayores altercados a la vez que reprenden al padre por la actitud de sus hijos. Este, exaltado, discute y lanza improperios. Se niega y lo consigue gracias a que toda la gente de la fila, solidariamente, les da la razón y expresan con indignación la mala educación de los franceses.

 

Desde hoy Martí y Bernat ya no serán los mismos.