martes, 7 de mayo de 2019

Cuando llegó al final del túnel

Siempre mantuvo una fe intacta en salir finalmente del túnel y ver por fin el brillo del sol en un límpio cielo azul. 
En sus primeros tiempos de caminata tuvo presente el miedo y la indecisión sobre si era adecuado adentrarse más y más en él o bien era mejor recular, desandar lo andado y volver a la entrada del túnel regresando a ese lugar gris plomizo sin sol ni flores pero como mínimo reconocible, transitable, vivible. Pero la fe pudo con las dudas y decidido a encontrar una salida como la que ella le había prometido tiempo atrás no permitió detenerse o volver atrás.
Y así fue como durante meses y meses anduvo, orgulloso y erguido al principio, temeroso y cabizbajo después por esa negritud incomensurable de la que apenas unos retazos amarillentos de luces desgastadas le regalaban una visión sombría de lo que tenía por delante.
Y así fue como los meses dieron paso a los años creando en él el espejismo de  andar en un círculo infinito del que no saldría más. Sin embargo él sabía que no andaba en un círculo cerrado sino en un túnel rectilíneo con una entrada y una salida. Ella le había prometido esa salida y en ella  un sol infinito con un paisaje de primavera hermosísimo del que nunca nadie volvió de tan dichoso que era. Una promesa es una promesa, se decía. Y viniendo de ella esa promesa se convertía en profecía. Sin matices. 
Y así  se fue acostumbrando a la oscuridad del tunel de tal modo que tras años de tránsito ya no era capaz de reconocer el azul del cielo mediterráneo. En sus espacios de descanso tumbado sobre las piedras del piso cerraba los ojos con fuerza y intentaba recordar el color azul del cielo pero cada vez era menos capaz y una mezcolanza de tonos grises se le antojaban como única visualización, lo que le frustraba fuertemente zambulléndolo en la depresión. Pero aún así conseguía reunir fuerzas para levantarse y decirse a sí mismo que tanto daba si no conseguía imaginar el azul ya que la impresión sería mucho más tremenda cuando por fín lo disfrutara al salir del túnel. Y seguía su camino recto y oscuro. Y andaba y andaba. 
Pero llegó el dia aciago en que ya no consiguió imaginar ni tan siquiera el verde de los prados ni la luz estruendosa del astro rey. Y ese día pensó que perdía la esperanza. Imaginó que sin poder disfrutar en su mente del regalo final tal vez perdería la voluntad de seguir caminando y se tumbaría entre las piedras a dejarse morir entre las tinieblas. Pero la promesa de ella lo hizo levantarse de nuevo y inercia que por voluntad, pero siempre adelante, sacando fuerzas inhumanas de dónde la fe ya flaqueaba.
Y fue así como un dia, como por casualidad, se sorprendió al preguntarse por qué andaba y andaba. Se paró en seco. Asustado. No recordaba qué hacía en ese lugar ni cómo se había adentrado en él ni hacia dónde se dirigía. Lloró por días. Angustiado se golpeó la frente con una gran piedra hasta hacer brotar su sangre incolora y sentir la humedad de un líquido caliente derramándose sobre su rostro.
Y fue así como tras mucho tiempo de estar tumbado se decidió por seguir su inercia hacia adelante. Pero en ese instante un terror sin fuerzas lo apabulló ante la duda de no reconocer dónde era adelante y dónde atrás. Y en su último instante humano de recordar palabras para pensar y entender lo único que le vino a la mente fue la duda de no saber si lo habían engañado o si se había perdido andando adelante y atrás durante tantos años. Y tras este último pensamiento, un sollozo. Y tras este la entrada del túnel con su paisaje gris vivible pero ahora inentendible para un ser como él.