Me contó un amigo que hace unos meses su
hijo, recién graduado en periodismo, empezó un nuevo empleo en una cadena de
televisión importante. Su cometido principal pasaba por las tareas básicas del
reportero de calle cubriendo pequeñas noticias in situ junto a su compañero de
la cámara. A ello se puso con toda la voluntad desempeñando a la perfección su
rol primero en noticias vecinales de la ciudad de Barcelona y por toda
Catalunya después.
Parece ser que sus superiores estaban
muy contentos con él puesto que, a parte de su buena dicción y disposición,
disponía -a ojos de su supervisora- de una buena dosis de proactividad y
creatividad para poder sugerir nuevos ángulos en la noticia. No pasó mucho
tiempo hasta que al joven periodista le fue propuesta la creación de un breve reportaje
para las noticias del fin de semana.
Se trataba de una entrevista y
seguimiento cotidiano al responsable de la empresa “Desaloja”, cada vez más
nombrada en relación con la desocupación forzosa de pisos.
El objetivo era mostrar una mirada
objetiva sobre la empresa y sus métodos sin entrar demasiado en las tensiones
lógicas que se daban en sus actuaciones. De hecho y pese a que el joven,
habiéndose documentado, ya sabía que la gran mayoría de desalojos se producían
en propiedades de bancos y grandes inversores, se le programó la grabación en
un desalojo de “okupas” violentos en una vivienda familiar de una pareja que se
había comprado el apartamento como segunda residencia. También se le conminó
sutilmente -pero firme- a mostrar a Julián (así se llamaba el dueño de la
empresa) como una persona sensibilizada con el mundo social y se le arengó a
construir una noticia de carácter positivo. En palabras exactas de su
supervisora “dando la imagen más cercana a una ONG que a una empresa”.
Me comenta el padre que en ese momento
arrancaron las dudas del joven respecto a su profesión. El chico no era
absolutamente ingenuo, pero cabe decir que creía que ese tipo de manipulaciones
para orientar las noticias serían mucho más sutiles y que no se desplegarían
tan claramente con los jóvenes recién aterrizados en el medio.
Parece ser que antes del día de
grabación el joven anduvo meditando sobre la ética de la profesión y comentó
con su padre que se sentía muy decepcionado al comprobar tan rápido cómo
funcionaban las cosas. Mi amigo, ya
resabiado por el peso de la experiencia le aconsejó hacer las cosas según su
instinto y no motivó en su hijo ningún atisbo ni de rebote ni de sumisión.
Mi amigo me explicó, orgulloso, que su
hijo decidió realizar tres versiones distintas con las tomas y los cortes
realizados. Se trataba de tres pequeños reportajes de no más de tres minutos
cada uno que le habían costado un par de noches de sueño editando frente a la
computadora.
Orgulloso, entregó el material a su
superiora advirtiéndola que podía escoger entre las tres opciones.
En la primera se mostraba a Julián como
un líder social enfrascado en la lucha contra las ocupaciones de viviendas que
sufrían miles de desvalidas familias españolas. Se reflejaba la agresividad de
los jóvenes ocupantes del apartamento y se sugería la posibilidad de tráfico de
drogas así como la ineficacia del aparato judicial para dar respuesta a este
tipo de situaciones. Se hacía énfasis en el drama familiar de no poder acceder
al domicilio sin especificar que se trataba de una segunda residencia y se
mostraba a un Julián emocionado ante la injustícia.
En la segunda propuesta el joven
periodista mostró una mirada absolutamente objetiva dónde aparecían claramente
los datos de las escasísimas ocupaciones de pisos a familias, la situación
miserable y marginal de los jóvenes ocupantes sin acceso a documentación ni
recursos, el trabajo de Julián como dueño de una empresa que daba un servicio
específico a bancos y eventualmente a particulares, la injustícia de algunas familias
con sus viviendas ocupadas y la descripción de cómo funciona el sistema
judicial muchísimo más rápido y contundente para hacer frente a ocupaciones de
particulares (que generalmente no
requieren de los servicios de “Desaloja”) que en segundas viviendas, pisos
vacíos o propiedades de empresas y bancos.
En el tercer reportaje se mostraba la
misma exposición neutral que en el anterior pero haciendo énfasis en el drama
de los jóvenes ocupantes y su imposibilidad de acceder a documentación, trabajo
o vivienda, los vínculos de Julián con la extrema derecha y su afiliación a una
organización fascista, la demostración que la clientela básica de la empresa
eran bancos y fondos extranjeros de dudosa legalidad, el interés de muchos
medios por favorecer una opinión pública en estado de paranoia y miedo a que le
ocuparan su vivienda y un breve recordatorio para con el derecho universal a
disponer de vivienda en contraposición a un sistema basado en la especulación.